La hija de Frankenstein by Silver Kane

La hija de Frankenstein by Silver Kane

autor:Silver Kane [Kane, Silver]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Terror
editor: ePubLibre
publicado: 1973-08-01T04:00:00+00:00


CAPÍTULO XIII

Mientras el taxi circulaba bajo la fina lluvia de Londres, Tuc pensó, sin embargo, que no le convenía ir directamente a la casa de los familiares de Mackensen. Conocía la dirección de éstos porque él intervino, aunque de forma muy indirecta, en los trámites para la devolución del cuerpo del famoso asesino. Pero, en cambio, no conocía a los familiares, no sabía nada de ellos; ni sus nombres, ni sus ocupaciones ni su índice de peligrosidad.

Por lo tanto, le convenía alguna información antes de meterse en su terreno.

Tenía tres fuentes para obtener esa información. Una de ellas era Scotland Yard, pero ése era el último rincón del mundo al cual le convenía acercarse. Otra posibilidad estaba en el Intelligence Service, pero en los archivos de esa organización no figuraban los delincuentes comunes. La tercera fuente de información, y posiblemente la más eficaz, estaba en los periódicos.

Se dirigió al Times, que, además, estaba cerca.

Allí conocía a uno de los redactores jefe. Consiguió que le acompañara a los monumentales archivos para encontrar todos los datos referentes a Mackensen.

Lo que había dicho el Times en la época de la muerte de éste era muy poca cosa.

Precisamente el Times concede poco relieve a las informaciones sensacionalistas, lo cual no deja de ser un defecto cuando se trata de cosas importantes, como por ejemplo la muerte de Mackensen. Simplemente indicaba que éste había sido abatido de un disparo al corazón por un policía que llevaba un arma no reglamentaria[1], y que sus familiares habían reclamado el cuerpo inmediatamente, evitando incluso el trámite de la autopsia.

La policía había accedido para no alargar ni complicar una situación en la que podía verse discutido el honor de uno de sus miembros. Eso era todo.

Tuc hizo un gesto de desaliento.

—No es gran cosa —dijo—. Tendré que ir al Daily Mail[2], aunque allí no conozco a nadie. ¿Hay al menos alguna foto del momento de la entrega del cadáver?

—Tal vez sí. Espera.

Por suerte apareció una fotografía. En ella se veía un ataúd en el momento de ser descargado de una furgoneta del Yard. La lúgubre ceremonia era presenciada por un hombre ya maduro, alto, calvo, que tenía un cierto parecido con el nazi Eichmann, y por una muchacha preciosa, vestida de negro. La muchacha no tendría más allá de veinte años.

—¿Quiénes son?

—Los familiares. Éste es el padre y ésta es la hermana. El padre murió el año pasado, si no recuerdo mal. La única que queda viva es la hermana. Tal vez en el reverso de la foto diga el nombre. A ver… Sí… Linda. Ahí tienes a Linda Mackensen.

—Linda Mackensen…

Tuc tomó una guía telefónica y buscó aquel nombre, pero no lo encontró. O la muchacha no tenía domicilio fijo, o no tenía teléfono, o no vivía en Londres. Pero el redactor jefe del Times, que tenía una memoria prodigiosa, susurró:

—Espera.

Una información complementaria aparecida un día después de la entrega del cadáver, indicaba que la hermana de Mackensen se había negado a hacer declaraciones, refugiándose en su habitación del hotel Mayrlane, en Notting Hill Gate.



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